Pampelan w tubie
“¡No, no ‘Señor’, no ‘Señor’, hijo mío! ¡Déjame tocarte! ¡No ‘Señor’, no ‘Señor’!”

El relato Pampelán en el parlante (Pampelan w tubie) se publicó por primera vez en 1937, en la revista Zwierciadło (Espejo), de Varsovia. No se reeditó hasta 1973, cuatro años después de la muerte del escritor, en el volumen Varia publicado por el Instituto literario “Kultura”, de París, editor de Witold Gombrowicz en polaco.

La familia Draga, crema de la aristocracia polaca, vive un drama: uno de sus retoños, el lastimoso Maciej junior no está a la altura del esplendor, gloria y honor del nombre familiar. Su entrada al gran mundo se realiza en ocasión del banquete donde los invitados y huéspedes distinguidos comparten, gracias a la radio –cuyo parlante figura en el título– la celebración de la Historia y el Heroísmo, encarnados por un ridículo y pomposo casamiento real. Maciej hace el ridículo. Al principio, sus hermanos lo repudian, pero termina por superarlos en grandiosidad, porque, a su turno, él repudia a su padre.

“Pampelán”, nombre inventado, es uno de los numerosos juegos onomásticos con que a Witold Gombrowicz le gustaba aderezar sus textos, casi siempre para acentuar su rasgo grotesco. Se puede encontrar la inspiración de este invento en la sonoridad que resulta ridícula aplicada al personaje que se considera majestuoso; también puede leerse allí una referencia a la ciudad de Pampelune, antiguamente llamada Pampelópolis, así como al instrumento musical denominado “pantaleón” o al nombre de prenda masculina que, en polaco, hace referencia a unos pantalones excesivamente largos.
Extracto:
Es precisamente en esta época que, en uno de los países limítrofes, se celebraron los esponsales de Teresa María Adelaida, hija del rey, con el célebre héroe nacional, el general Pampelán; la nación logró, en estas circunstancias, una elevación espiritual sin parangón, la gente esperaba en las calles desde hacía tres días para poder echar al menos un vistazo a la amada silueta de este gran personaje histórico marchando a la cabeza del cortejo. Nunca hasta ahora una unión sexual privada ha sido cargada de esta manera a tales alturas sobre los hombros de millones de hombres, jamás momento histórico alguno fue más histórico por sus consecuencias universales, y el viejo general y conde Draga decidió honrar estas bodas grandiosas, sin que importara la distancia, con una recepción de cuarenta cubiertos. El desarrollo de la ceremonia se transmitiría por un aparato de radio ubicado sobre una pequeña columna en el comedor, los invitados harían los brindis en los momentos adecuados y todo estaba concebido a gran escala en el espacio y el tiempo, teniendo en cuenta la radio y la historia, con ese impulso horizontal que caracterizaba desde hacía mucho tiempo a los Draga y siempre les había evitado las erupciones de granos.